miércoles, 9 de noviembre de 2011

Hombres grises y golondrinas.

 Al sentarme a su lado pude comprender lo que significaba la ''atemporalidad''. Ese único segundo en el que vivimos constantemente, que se estira a lo largo de toda la vida, de toda su vida y se traspasa a la mía, un simple reflejo. Sólo un instante.

Si es este el único instante, que no pasa, que no corre...  sólo puedes pensar que es el aire lo que nos hace algo degradable, putrefacto, que envejece. Que no existe como algo no tóxico, como algo potable.

...

Un golpe de emoción, justo lo que esperaba. Hacía días que no sentía nada, pero en ese momento me acababa de dar el mayor golpe de efecto. Yo odiaba esa clase de golpes, de flashes.

...

Sentada al lado del hombre atemporal pude compartir esa última emoción real. Las cabezas pasaban humeando calor. El frío quemaba, dolía. Porque el frío es así, duele y te hace sentir viva, como el aire. Me levanté y dejando atrás la compañía atemporal me marche abandonando mis últimos recuerdos capaces de sentir, dejando toda la emocionalidad en ese banco al lado del hombre con traje.

Y ahora sí, lo conseguí. El suicidio de los sentidos. La mutilación total de las emociones.

http://www.youtube.com/watch?v=y8AWFf7EAc4&ob=av2e

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